Niveles neurológicos y el sistema nervioso.
El concepto de los “niveles neurológicos” parte de la idea de que los distintos niveles de aprendizaje y cambio son una función de diferentes formas de organización neurológica, y movilizan progresivamente conexiones más profundas de los “circuitos” neurológicos. Por ejemplo, el nivel neurológico que se moviliza cuando una persona se ve desafiada en el nivel de misión e identidad es mucho más profundo que el que se necesita para mover la mano. Para experimentar el entorno, una persona puede ajustar pasivamente sus órganos sensoriales. Para actuar en un entorno específico, debe movilizar más su sistema nervioso. Para coordinar estas acciones en una secuencia compleja, como al bailar o conducir, se requiere un uso aún mayor del sistema nervioso. La formación y manifestación de creencias y valores relacionados con habilidades, comportamientos y el entorno requiere un uso todavía mayor de la neurología (incluyendo la relacionada con el “corazón” y el “estómago”). Un sentido del yo surge a través de la movilización total del sistema nervioso en todos los demás niveles. El significado requiere la implicación y coordinación del sistema nervioso individual en relación con otros. En general, los niveles más altos de proceso movilizan un compromiso más profundo del sistema nervioso.
Cuida tus pensamientos; porque se convertirán en palabras. Cuida tus palabras; porque se convertirán en acciones. Cuida tus acciones; porque se convertirán en hábitos. Cuida tus hábitos; porque se convertirán en tu carácter. Cuida tu carácter; porque se convertirá en tu destino.
Lao Tzu
Filósofo chino
El entorno
Un entorno determinado está compuesto por factores como el tipo de ambiente exterior, las condiciones climáticas, la alimentación, el nivel de ruido, etc., que rodean a una persona o grupo. Desde el punto de vista neurológico, nuestras percepciones del entorno se basan en la información que reciben nuestros órganos sensoriales y el sistema nervioso periférico. Para percibir un entorno concreto, por ejemplo, una persona lo observa con los ojos para identificar objetos relevantes, escucha con los oídos para captar sonidos significativos, huele a través de la nariz y siente la temperatura del aire en la piel. Además, el ser humano realiza muchas adaptaciones sutiles e inconscientes para mantener el equilibrio, reaccionar a cambios en la intensidad de la luz o el sonido, y adaptarse a variaciones de temperatura, entre otros. El sistema nervioso periférico transmite esencialmente la información del entorno al cerebro y viceversa. Es responsable de generar sensaciones y reacciones reflejas puras.
La conducta
La conducta se refiere a las acciones y reacciones físicas específicas mediante las cuales interactuamos con otras personas y con el entorno que nos rodea. Neurológicamente, nuestro comportamiento externo es el resultado de la actividad de nuestros sistemas motores (el sistema piramidal y el cerebelo). En conductas no reflejas, interviene el sistema psicomotor, un nivel más profundo de la neurología que los órganos sensoriales. El sistema psicomotor coordina nuestras acciones físicas y los movimientos conscientes.
Las capacidades
Las capacidades están relacionadas con las estrategias mentales y los "mapas" internos que las personas desarrollan para regular sus conductas específicas. Mientras que algunas conductas son simplemente reacciones reflejas a estímulos del entorno, la mayoría de nuestras acciones no lo son. Muchas de ellas se basan en “mapas mentales” y otros procesos internos originados en la mente. Este nivel de experiencia va más allá de la percepción inmediata del entorno. Por ejemplo, puedes imaginar cosas que no tienen relación con el espacio en el que te encuentras actualmente. Puedes recordar conversaciones y eventos que ocurrieron hace años, o imaginar situaciones que tal vez ocurran dentro de algunos años. Las conductas que no se basan en un mapa interno, un plan o una estrategia son reacciones automáticas, hábitos o rituales. En el nivel de las capacidades, somos capaces de seleccionar, modificar y adaptar una clase de conductas a una mayor variedad de situaciones externas. “Capacidad” significa dominar una clase entera de comportamientos, es decir, saber cómo hacer algo bajo diversas condiciones. Neurológicamente, el desarrollo de capacidades cognitivas es una función de los niveles superiores de procesamiento en la corteza cerebral. En la corteza (o sustancia gris), la información sensorial se representa en forma de mapas mentales, se conecta con otras representaciones mentales o se compone en la imaginación. Este tipo de procesamiento suele ir acompañado de micromovimientos semiinconscientes o “pistas de acceso” (movimientos oculares, cambios en la respiración, ajustes sutiles en la postura corporal, variaciones en el tono de voz, etc.).
Valores y creencias
Los valores y creencias se refieren a juicios fundamentales sobre nosotros mismos, los demás y el mundo que nos rodea. Determinan cómo se interpreta el significado de los eventos y son el núcleo de la motivación y la cultura. Nuestras creencias y valores proporcionan el refuerzo (motivación y permiso) que puede fomentar o inhibir ciertas capacidades y conductas. Las creencias y valores responden a la pregunta “¿Por qué?”. Neurológicamente, las creencias están relacionadas con el sistema límbico y el hipotálamo en el cerebro medio. El sistema límbico está asociado tanto con las emociones como con la memoria a largo plazo. Aunque en muchos aspectos es una estructura más “primitiva” que la corteza cerebral, el sistema límbico integra la información procedente de la corteza y regula el sistema nervioso autónomo (el que controla funciones básicas como la frecuencia cardíaca, la temperatura corporal, la dilatación de las pupilas, etc.). Al generarse en estructuras cerebrales más profundas, las creencias provocan cambios en funciones fisiológicas básicas, responsables de muchas de nuestras reacciones inconscientes. De hecho, sabemos que realmente creemos en algo cuando desencadena reacciones fisiológicas: nos “late el corazón más fuerte”, “nos hierve la sangre” o “se nos eriza la piel” (todas ellas respuestas que normalmente no podemos provocar a voluntad). Así es como funciona un detector de mentiras: detecta si una persona dice la verdad según las reacciones fisiológicas que muestra. Las personas reaccionan de manera distinta cuando creen lo que dicen, en comparación con cuando mienten o son incongruentes.
Es precisamente esta estrecha relación entre creencias y funciones fisiológicas profundas lo que les permite tener una gran influencia en la salud y la curación (como en el caso del efecto placebo). Las expectativas generadas por nuestras creencias afectan nuestra neurología más profunda y pueden tener efectos fisiológicos dramáticos. Un ejemplo de ello es el caso de una mujer que adoptó un bebé y, al creer firmemente que “las madres deben alimentar a sus hijos con leche”, comenzó a lactar y produjo suficiente leche para amamantar al niño adoptado.
La identidad
El nivel de la identidad se refiere a nuestra percepción de quiénes somos. Es esta percepción la que integra nuestras creencias, capacidades y comportamientos en un solo sistema. Nuestra sensación de identidad también está relacionada con cómo nos vemos en relación con los sistemas más amplios de los que formamos parte, y determina nuestro sentido de “rol”, “propósito” y “misión”. Neurológicamente, la identidad puede vincularse con el sistema nervioso en su totalidad, y probablemente estén implicadas estructuras cerebrales profundas como la formación reticular. La formación reticular es un conjunto amplio de células situadas en lo profundo del tronco encefálico. Fibras de esta área proyectan a través de núcleos talámicos hacia grandes áreas de asociación en la corteza cerebral. La formación reticular regula el estado de alerta; su destrucción a nivel del mesencéfalo provoca un estado de coma. (Por el contrario, grandes zonas de la corteza pueden destruirse sin causar pérdida de consciencia).
La identidad también está fisiológicamente conectada con el sistema inmunológico, el sistema endocrino y otras funciones vitales. Por ello, un cambio o transformación en la identidad puede tener un impacto profundo e inmediato en la fisiología de una persona. Estudios médicos en personas con trastorno de identidad disociativo (Putnam, 1984) muestran que pueden producirse cambios sorprendentes y drásticos cuando una persona cambia de identidad. Por ejemplo, los patrones de ondas cerebrales suelen ser completamente distintos entre diferentes identidades. Algunas personas utilizan varias gafas diferentes porque su agudeza visual cambia según la identidad que esté activa. Otras presentan alergias en una identidad y no en otra. Uno de los casos más llamativos es el de una mujer hospitalizada por diabetes que “sorprendió a los médicos porque, durante los momentos en que una personalidad no diabética estaba presente, no mostraba ningún síntoma de la enfermedad…” (Goleman, 1985).
El propósito
La experiencia de un propósito superior está relacionada con nuestro sentido profundo de pertenencia a algo más grande que nosotros mismos. Es la conciencia de lo que el antropólogo y teórico de sistemas Gregory Bateson llamó “el patrón que conecta todas las cosas en un todo mayor”. Como individuos, somos un subsistema de ese sistema más amplio. Nuestra experiencia en este nivel está conectada con nuestro sentido de propósito y misión en la vida, y surge de las preguntas: “¿Para quién?” y “¿Para qué?”
Desde el punto de vista neurológico, los procesos relacionados con el sentido del propósito tienen que ver con un “campo relacional” entre nuestros propios sistemas nerviosos y los de otras personas, formando una especie de sistema nervioso colectivo. Los resultados de este campo de interacción a veces se denominan “mente grupal”, “espíritu de grupo” o “conciencia colectiva”. Este campo también incluye los “sistemas nerviosos” o redes de procesamiento de información de otros seres vivos e incluso del entorno. En palabras de Gregory Bateson:
La mente individual está presente, pero no únicamente en el cuerpo. Está presente en los circuitos y mensajes fuera del cuerpo; y existe una Mente más amplia de la cual la mente individual es solo un subsistema. Esta Mente más amplia es comparable a Dios, y quizá sea lo que las personas quieren decir cuando hablan de “Dios”; pero está inherentemente presente en todo el sistema social interconectado y en la ecología planetaria.
Los niveles neurológicos corresponden a la siguiente jerarquía de estructuras neurofisiológicas:
- Propósito: Sistemas nerviosos individuales que se combinan en un sistema de sistemas nerviosos.
- Identidad: Sistema inmunológico y sistema endocrino – sistema nervioso en su conjunto y funciones vitales profundas (como el sistema reticular).
- Creencias y valores: Sistema límbico y sistema de control autónomo (p. ej. frecuencia cardíaca, dilatación pupilar, etc.) – reacciones inconscientes.
- Capacidades: Sistemas corticales – acciones semiinconscientes (movimientos oculares, postura corporal, etc.)
- Conductas: Sistema motor (pirámide y cerebelo) – acciones conscientes
- Entorno: Sistema nervioso periférico – sensaciones y reflejos
Implicaciones
El modelo de los niveles neurológicos tiene una serie de implicaciones. Una de ellas es que distintos tipos de cambio implican factores de diferentes niveles.
- Por ejemplo, las reacciones reflejas son esencialmente una respuesta conductual a un estímulo ambiental. Un cambio en este nivel se lograría tratando de modificar directamente el estímulo o la respuesta, como ocurre con el condicionamiento clásico.
- Sin embargo, los impulsos se generan internamente. Un cambio eficaz y duradero requeriría una modificación de la fuente y/o la naturaleza del impulso. Un ejemplo de esto sería ayudar a una persona a tomar conciencia de las representaciones internas que desencadenan el impulso y modificarlas de alguna manera.
- Una fobia probablemente implica la creencia de que algo es “peligroso”. Incluso la mera idea del peligro puede provocar una reacción fóbica. Para lograr un cambio sostenible, no solo es necesario ser consciente de las cualidades de las representaciones internas que provocan la reacción fóbica, sino también identificar y actualizar las creencias asociadas a dichas representaciones.
- Las adicciones son aún más generadas internamente y a menudo alcanzan el nivel de identidad, ya que la persona se identifica con la adicción. Por lo tanto, el cambio no se refiere solo a lo que la persona hace, sino también a cómo se percibe a sí misma.
Literatura
Putnam, F. W. The psychophysiologic investigation of multiple personality disorder: A review. Psychiatric Clinics of North America, 7(1), 31–39, 1984. Goleman, D., The Multiple Personality Puzzle, New York Times, June, 2, 1985. Dilts, R., From Coach to Awakener, Dilts Strategy Group, Santa Cruz, CA, 2003. Dilts, R. and DeLozier, J., The Encyclopedia of Systemic NLP and NLP New Coding, NLP University Press, Santa Cruz, CA, 2000. Dilts, R. and DeLozier, J. with Bacon Dilts, D., NLP II: The Next Generation, Dilts Strategy Group, Santa Cruz, CA, 2010.
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